Llevo días acordándome de mi tía, el sábado incluso, estaba platicando sobre ella, todo mundo dice que era muy dulce y tierna, conmigo a veces se pasaba de ruda.
Era enfermera de quirófanos en un hospital, nunca quiso ser enfermera, pero se le daba bien maltratar gente “bajita la mano”, a ella lo que le gustaba era la química, pero mi abuela la metió a estudiar enfermería, primero a nivel técnico y luego a nivel licenciatura.
Conmigo era un dulce de esos que tienen azúcar por fuera y por dentro son ácidos y enchilosos y daba unos masajes que eran una tortura y una bendición al mismo tiempo, yo me moría de risa cada que me daba masajes y me zapeaba para que no me moviera (por eso no me gustan los masajes!!) que porque luego me iba a contracturar más.
Si le decía “me duele” empezaba con sus cosas (lo adjudico a que todavía estaba estudiando jajaja) ¿Cómo te duele? ¿Así o asá? Era la única niña en el pediatra que decía: tengo un dolor agudo aquí…
Mi tía compraba cosas sólo por ayudar a la gente, un día llegó con una batería de acero quirúrgico a casa de mi mamá porque la había comprado y no la necesitaba, “Es que la señora necesitaba dinero”, le dijo a mi mamá que quiso pagársela de regreso (aunque sea la mitad!!) pero no quiso, seguro mi tía pensó: necesitas la batería. Aun andan ahí esas ollas y mi madre las cuida como si fuera mi tía.
Y de ella aprendí que hay que hacer lo que quieres hacer, lo que te llama, aunque suene descabellado, aunque luego te arrepientas; es mejor arrepentirse que haberse quedado con las ganas.
Ella sólo se quedó al lado de mi abuela, no por gusto sino porque la señora era muy manipuladora, trabajaba mucho para dar a los demás, para darse…
La extraño mucho