Llevo días pensando y dándole vueltas, no sé como abordar un tema y me cuesta trabajo sentarme a escribirlo, de pronto, me cayó el 20 de por qué… no quiero enfrentarme al descrédito… o sea, quiero hacer suficiente ruido como para ayudar a alguien, pero suficientemente poco como para no tener que enfrentarme al descrédito.
El otro día escribía en algún lado sobre algunos de mis síntomas comunes, ni siquiera en plan de queja, era meramente informativo el asunto y me enfrenté a una respuesta que me sacó mucho de onda, este médico certificado por haber visto tres temporadas de ER (ni siquiera tuvo la dedicación de ver todo Dr House como yo) me diagnosticó que todo estaba en mi cabeza.
Internet se está llenando a través de las redes sociales de mensajes de odio, la gente odia a todo y a todos, al Gobierno (por supuesto), al que camina, al que va en bici, al que ama a los animales, al que no come carne, al que la come, al que juega videojuegos, al que no los juega, al que se emborracha por diversión, al que ve la tele, al que no, y entonces vivimos escupiendo odio a todo el que no le gusta lo que a mi me gusta.
Hace años platicando con mi madre sobre sus aspiraciones rotas de ser enfermera, le decía: ¡Qué bueno que hay gente que verdaderamente tiene vocación de cuidar a los enfermos, si todos fueran como yo, sería el mundo más inhospito, yo no sé cuidarlos, me estreso, me deprimo!.
¡Qué bueno que hay gente diferente! a la que le gustan cosas que a mi no, eso nos hace diversos, nos ayuda a conocer otras formas de pensar.
En mi clase de Desarrollo Humano hablábamos el otro día sobre la alteridad y como ponerte en los zapatos del otro nos ayuda a entender por qué el otro actúa de la manera en que lo hace.
Sólo que a veces cansa ¿no? a mi me cansa ver el mundo lleno de odio en las redes sociales, lo facil que es insultar al otro, lo fácil que es ignorar su derecho a ser.
Por otro lado, también están las personas que viven atropellando los derechos de los otros, y supongo que de ahí nuestra necesidad de hacer escuchar nuestro rechazo aunque sea en las redes sociales, el otro día iba yo cruzando la calle en esquina, en alto, sobre paso de cebra y un zoquete me empezó a pitar y a gritonear porque estaba yo ejerciendo mi derecho de peatón, me regresé, el pobre se fué con su entripado. Así como la otra vez que ví a la señora gritoneando a la chavita que la estaba atendiendo el una tienda, como la vez que otra ñora insultaba al chavito empacador en un supermercado, ó como cuando el otro día… bueno, entiendes mi punto.
Odiar al que no es yo no es la respuesta. Educar a los hijos para que no sean gandallas es algo a largo plazo. Lamentablemente no encuentro soluciones inmediatas.