Ayer pasó, estuve durante todo el día en la calle, primero con la dentista, luego con una amiga y una hoya (no, no está mal escrito); pero entre una cosa y otra me enteré de que un microgatito se había perdido; después de las recomendaciones típicas de buscarlo entre los rincones de la casa, en los lugares probables e improbables y la confirmación de la humana de este gatito de que definitivamente no estaba en casa, siguieron las recomendaciones de hacer carteles, qué poner, qué no poner, etc. etc.
Todo esto en mi grupo de crazy cat ladies, todas amamos a nuestros gatos y los cuidamos como reyes.
Por la tarde en otro espacio libre reviso que alguien ya estaba difundiendo la foto de este micro gato con las letras en grande y en rojo que decían: ‘perdido’; lo primero que pensé: ‘es que a esa edad corren como ratitas y no los ves’ yo me acuerdo que mi tamal corría como loco y no lo escuchabas, no lo veías.
Después comencé a ver los juicios de los demás: ‘¿Cómo se les pudo haber perdido?’ ‘Ese gatito debió haber estado en una cajita calientito y no rodando por una casa’ ‘Es una irresponsabilidad dejarle un gatito a una persona como esa’ etc. etc. gente levantando juicios, gente que no preguntaba si quiera: ¿puedo ayudar en algo? ¿Cómo pasó?
En ningún momento se pusieron a pensar en el dolor de los humanos, en ningún momento se pusieron a pensar en condiciones especiales de vivienda, en ningún momento se pusieron en el zapato del otro, y no lo digo porque yo me sienta más que ellos, yo también lo he hecho, yo también he tenido el juicio presto para salir a ‘marcar’ a alguien.
El punto es que en las redes sociales esto se exacerba y se hace más fuerte y se hace más incisivo, se arman cacerías de brujas en las que todos atacan desde la seguridad de su escritorio o de su sofá, estamos tan seguros de nuestra opinión y de nosotros mismos que no nos detenemos a pensar en el otro, en sus condiciones particulares de vida, en que los accidentes pasan; formamos juicios rellenando los huecos de información con historias que se cuenta nuestra cabeza, y eso nos ayuda a reafirmarnos aun más… terminamos poniéndonos en un pedestal en el que ya no cabe nadie más que nosotros, porque sólo nosotros somos los más inteligentes, los más educados, los más… etc. etc.
Ayer mismo una amiga me decía: es que cuando cerré mis redes sociales nadie me buscó y viví en paz…
Estoy pensándolo muy seriamente