Hace años, algún amigo (de esos inteligentes) me decía: ‘Confía en tu instinto’. A partir de ahí me dio por fijarme en la cantidad de veces que no le hacía caso al instinto y me salía todo al revés, o esas veces que sigues ‘el llamado de la comadreja’ y a pesar de que sabes que estás haciendo algo que va a resultar contraproducente… lo sigues haciendo (si, como esa vez que llené de más la taza de té y pensé: ‘se me va a tirar’ y ¿Qué crees? camino al escritorio derramé una buena parte de la taza).
En el asunto de confiar en el instinto me inventé una teoría que seguramente alguien con estudios académicos en el asunto ya escribió. Resulta que según mis divagaciones, eso del instinto es nada más y nada menos que un ‘destello’ del inconsciente que nos recuerda que o bien, ya estuvimos en una situación parecida, o con una persona con características físicas parecidas o detalles del carácter (ese ‘algo’ que no sabemos definir) y el instinto está gritándo: ¡¡Aguaaaas!! Ya estuviste aquí, ¡Huye! ¡Huye!. Al final uno disfruta del empantanamiento =P
Y luego están las personas que las ves y dices: ‘no me cae bien, no sé por qué, no me cae’. ¿Y qué sería lo óptimo? ¿alejarse? ¿seguir al instinto? ¿perderse de una posible amistad? ¿demostrarle al instinto que estaba equivocado?